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Hdad. Buena Muerte


Como tantas veces hemos hablado, cuenta nuestra Venerable Cofradía y Hermandad con muchas particularidades que la hacen, no mejor ni peor, sino simplemente diferente a otras Instituciones con iguales o parecidos fines. Tanto es así que sólo una década después de la reorganización de 1941  va a surgir en el seno de nuestra Cofradía una nueva inquietud, la cual, según Juan Aranda Doncel, Cronista Oficial de la Villa de Castro del Río, no es sino fiel  reflejo del pujante sentimiento surgido en la capital de nuestra provincia hacia dos Imágenes que representan a  Nuestro Señor Crucificado, Remedio de Ánimas y Buena Muerte, y con el que tanto tuvieron que ver Pablo García Baena y el famoso Grupo Cántico.


 

En esas circunstancias, el día 20 de mayo de 1952 se produce un hecho de vital importancia para la historia contemporánea de la Venerable Cofradía y Hermandad de la Santa Vera Cruz. Tal como se puede leer en el acta fundacional - sobre estas líneas-,  en el Cabildo General Extraordinario celebrado en la dicha fecha, y a propuesta del Hermano del Turno de Mayores José Gómez Cantero, se acuerda la creación de una Hermandad que será de penitencia en honor al Santísimo Cristo de la Buena Muerte y en sufragio de las Ánimas Benditas. Restaurándose así una antigua devoción, se había fundado la Hermandad del Santísimo Cristo de la Buena Muerte y Ánimas Benditas del Purgatorio, título completo por el que en lo sucesivo sería oficialmente reconocida.

Esta nueva Hermandad, integrada completamente en la de la Santa Vera Cruz, procesionará una única Imagen, la del Santísimo Cristo de la Buena Muerte, desfilando en la noche del Miércoles Santo y teniendo su salida a las veintidós horas de la Parroquia de la Asunción, hecho que acontece por primera vez el A.D. de 1954 . El recorrido incial de esta procesión se diferenciará del seguido tradicionalmente por el resto durante las respectivas Estaciones de Penitencia, ya que, con intención de llegar hasta la Ermita del Calvario,  su desfile irá atravesando, tanto en la ida como en la vuelta, calles no habituales de nuestra carrera  más tradicional.


En una época posterior cambiará su itinerario y, tal como sucede en la actualidad, se dirigirá al interior del Campo Santo, así como a la Cruz de Piedra que, trasladada desde la antigua Ermita del Calvario, preside la Plaza Madre Isabel, reintegrándose en ambos casos posteriormente al recorrido habitual.

Una de las características mas definitorias de este desfile, de la que incluso recibe algún sobrenombre -procesión de los capiruchos o de los gamusinos-, es la utilización por parte de los penitentes de un capirote forrado en tela negra con cubrerrostro, medida de influencia claramente exterior y novedosa con respecto a la forma que, desde las reformas introducidas por los llamados "Obispos Ilustrados", tenían -y siguen teniendo- los cofrades castreños de desfilar,  esto es, con el rostro completamente descubierto. Otra, tal como explica el acta, aunque desde hace muchos años en inevitable y doloroso retroceso, era la fuente de luz utilizada por los penitentes para alumbrar, un artístico y sencillo farol que se descansaba en el suelo -tras el toque de una campanita- bien para escuchar la enunciación de un nuevo Misterio del Santo Rosario, bien para impedir que el desfile se desorganizara en exceso. El  silencio sólo roto por el constante rezo, era la última y fundamental de las antiguas y originales señas de identidad.


Una soberbia talla de Nuestro Señor Crucificado es la única que desfila el Miércoles Santo castreño. Bajo la advocación de la Buena Muerte, recoge su expresión el momento justo del tránsito de Nuestro Divino Redentor, el último de sus suspiros, de sus hálitos de vida. De tamaño algo menor al natural, impresionan su derrota como hombre ante lo que estaba escrito, la resignada impotencia del humillado rostro, la rendición terrena del humano cuerpo.

De autor desconocido, muchos son los expertos que, al analizarlo con el necesario detenimiento, sitúan su realización en torno a 1700 por alguna escuela tardobarroca granadina. Reseñar que esta Bendita Imagen no es propiedad de la Cofradía, sino de la Parroquia donde recibe culto, la de Nuestra Señora de la Asunción, realidad que, en épocas pasadas, provocó más de un conflicto entre las partes al enfrentarse ambas, en una gran mayoría de las veces, por los más peregrinos y nímios motivos. Tal hecho trajo consigo curiosas circunstancias, alguna tanto como que, ante la firme e irreconciliable tozudez de las posturas, se llegó a procesionar otra Imagen de Nuestro Señor Jesucristo Crucificado que pertenece a la familia Pulido Gutiérrez. Tiempos posconciliares, a Juan XXIII.


Siguiendo con este pequeño bosquejo histórico de nuestra filial Hermandad decir que tras los primeros años de realizar su Estación de Penitencia , en los que sí salen un importante número de hermanos de Turno y de Luz ,  una serie de diversas circunstancias socioeconómicas van a afectar, en gran medida, no sólo a esta novel Institución, sino al resto de cuantas conformaban nuestra Semana Santa por aquellos años. El importante movimiento migratorio que, desgraciadamente, sufrió nuestro pueblo durante las décadas de los cincuenta y sesenta del pasado siglo, trajo consigo, entre otras muchas incidencias, un notorio descenso en el número de participantes -en cualquiera de sus formas- de nuestras procesiones. Por tanto, y atendiendo al tema que aquí nos ocupa, si a ello unimos el escaso arraigo personal y devocional con el que en esos años cuenta esta Hermandad, llegaremos a entender la situación tantas veces descrita sobre el paulatino e imparable declive de la década de los setenta, el cual llegó a poner en serie riesgo la continuidad de un desfile procesional que ya sólo conseguía congregar poco más de medio centenar de penitentes.

Para reflexión e inquietud de todos, tan fehaciente hecho fue muy debatido en los ya, cada vez, más concurridos cabildos de finales de la década antes nombrada. Llegados los tiempos al A.D. de 1979 , unos pocos de nuevos y jóvenes cofrades decidieron, embriagados de irresponsabilidad y juventud, y sin el beneplácito de aquellos entusiastas que habían mantenido encendida la llama durante tantos años, sacar a hombros la Imagen del Santísimo Cristo de la Buena Muerte. No fue sino un deseperado intento con el que intentar frenar la displicencia indiferente en la que, desde hacía años, venían consumiéndose tanto esta peculiar Hermandad  como su propio desfile procesional.


Cuentan los más viejos del lugar que, pocos días antes de Semana Santa, armados con diversos instrumentos destructores, sin tener muy claro qué pretendían hacer, aquellos osados desarman el paso en el que salía el Cristo de la Buena Muerte quitándole las ruedas y adaptándole unos rudimentarios varales forrados de esponja. Cuentan los más viejos del lugar que la angustia de aquellos inolvidables mayores se acrecentó hasta límites insospechados cuando, el mismo Martes Santo, los promotores de aquel desaguisado se marchan tranquilamente a un perol y dejan la culminación de su obra para el día siguiente. Cuentan los más viejos del lugar que la peana sobre la que iba situada la Imagen hubo que amarrarla con cuerdas y alambres entre el monumental enfado y los juramentos en arameo de los que no daban crédito a lo que estaba pasando, de los que temían que tantas innovaciones dieran al traste con tanto esfuerzo anterior, de los que se conformaban humildemente con avanzar con pasos cortos y seguros.

Cuentan los más viejos del lugar que  el Cristo salió, que en dos años se dobló la cuadrilla, que se empezó a trabajar concienzudamente el exorno floral, que la procesión se fortaleció, que empezaron a salir muchos más penitentes, que se trabajó para pagar el encargo de un paso nuevo, que se abrió un cuartelillo a tal fin. Cuentan los más viejos del lugar que jamás imaginaron la repercusión posterior de tan alocada y poco meditada decisión. Cuentan los más viejos del lugar que, poco tiempo después, rendidos ante la evidencia, se unieron al grupo, lo guiaron, lo impulsaron… Cuentan, muchos de aquellos, que 1979 marca el inicio de la espectacular expansión de la Hermandad de la Vera Cruz
en muchos sentidos.


Sin duda, cierto en todo punto. Introduzcamos algunos pequeños matices. Aquella chapuza no daba mucho de sí, por lo que se decide la construcción de un nuevo paso de madera tallada. El encargo se hace en los talleres de Antonio Carrillo, vecino de la localidad de Priego de Córdoba. Pocos días antes de la Semana Santa de 1981 ya estaba completamente terminado y en nuestra localidad. Como antes hemos dicho, diversas y ocurrentes fueron las fuentes de financiación. Por encima de todas la apertura del primer Cuartelillo que funcionó en Castro en una Cuaresma. Tal hecho acaeció en el sitio denominado "La Cuchicheta", propiedad de "El Círculo Liceo", en la calle Caridad, tras las convenientes y necesarias reformas que realizó nuestro inolvidable maestro cofrade Juan Vicente Porcel Pinillos.  Como sucede con otros acontecimientos de nuestra Hermandad, no hay espacio suficiente donde reflejar las miles de anécdotas que, a buen seguro, guardan celosamente las  paredes de tan reducido espacio. Para muestra, un botón. Con el fin de publicitarlo adecuadamente se puso un luminoso, de lance, encima de la puerta. Una vez convenientemente limpio, su blanca superficie se fue cubriendo con unas letras verdes confeccionadas con cinta aislante y que anunciaban el sitio como "Hdad. Los Costaleros". Cuánta ignorancia la de aquellos años. Eran portadores.
                                                                       

Porque así se llaman los que cada Miércoles Santo siguen prestando amorosamente sus hombros al Señor de la Buena Muerte para que llene el Campo Santo castreño de ella. Portadores, aunque muy peculiares. No conoce la historia ni ensayo, ni reunión previa, ni nada que se le parezca, relativos a una mínima e imprescindible organización del desfile. Media hora antes de iniciarse el mismo, a voz en grito, se organizan los turnos. Se mide uno con el que lleva delante, luego con el de atrás, y a situarse, a ojo de buen cubero, en el sitio que cada uno cree corresponderle. El capataz da unas someras intrucciones, nuevas cada año en cuestión de toques de llamada, y a la calle. Así desde el principio de los tiempos. A pesar de todo ello, ha querido la Divina Providencia que nunca haya habido que lamentar la más mínima incidencia al respecto, y no porque no se haya tentado la suerte con todo tipo de mecidas, de pasos hacia delante, hacia atrás, al lado... José Mª Navajas Navajas, Carlos Samaniego Bergillos, Juan Porcel López y Pedro Rosa Garrido son los hermanos que, en estas tres últimas décadas, han tocado la campana que llama a cargar la Buena Muerte del Señor.


Y para marcar el paso a los que cargan, nada mejor que un adecuado acompañamiento musical. A una primera y única tambora en 1979, se fue añadiendo paulatinamente más percusión, la cual adoptó, de allende nuestras fronteras, dos distintos toques, uno lento para la mayor parte del desfile y otro rápido para subir las cuestas. Con el transcurrir de los años, ambos pertenecen ya al acervo musical semansantero de nuestro pueblo. Más de cincuenta componentes son los que en la actualidad conforman este activo y dinámico Grupo de Tambores. Nuestro hermano José Mª Portillo Pulido fue su creador e impulsor y sigue siendo su principal valedor. A él debe el Miércoles Santo su peculiar e inconfundible sonido.

De nuevo, queremos acabar estos relatos a modo de históricos compendios con un punto y seguido. Como tantas veces hemos afirmado, Dios quiera que mucho sea lo que reste por reseñar de esta curiosa Hermandad. Ésa es, y debe seguir siendo, la obligación de todos cuantos, simultánea y libremente, somos miembros de pleno derecho de la Venerable Cofradía y Hermandad de la Santa Vera Cruz y de la Hermandad del Santísimo Cristo de la Buena Muerte y Ánimas del Purgatorio.

Y es que tener el privilegio de contemplar, cada Miércoles Santo, cómo camina entre incienso la Muerte de Cristo por las calles de nuestro pueblo, no es sino fortalecer nuestra Esperanza y nuestra Fe, máxime cuando, con su Divina Redención, derrama Amor y Certidumbre con las que amparar las Ánimas Benditas de todos nuestros difuntos mientras anega los cofrades corazones de íntimo recuerdo, de sentimiento y nostalgia, de oración y silencio. Es el mensaje de los valores eternos por Miércoles Santo, el que nos reconforta el espíritu con la absoluta Certeza de la muerte vencida en la Buena Muerte de Cristo.

MORS MORTEM SUPERAVIT






© Venerable Cofradía y Hermandad de la Santa Vera Cruz
Castro del Río

Agosto a.D. 2011

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