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miércoles, 7 de septiembre de 2011

Peregrinos Cruceros en la JMJ (I)

Por Juan Antonio Bello Jiménez

“Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos” (Jesucristo)


Madrid. Cuatro jóvenes, cuatro amigos, cuatro hermanos cruceros, cuatro mochilas del peregrino, y dentro de ellas, entre libros, guías, mapas, chambergos, acreditaciones…, una cajita con dimensiones y formas digna de estar en la balda de una botica. Llamándonos la atención de un modo especial, la cogemos y leemos sobre su cartón blanquecino: “NO PRECISA RECETA MÉDICA”.


Lo primero que nos vino a la mente fue que en el continente de aquella caja vendrían comprimidos químicos para cualquier tipo de dolencia corporal. Pero no fue así, al abrirla llevados por una curiosidad extrema, cual fue nuestra sorpresa, que encontramos un crucifijo de metal con la imagen de Cristo Crucificado de unos siete centímetros de largo y al que venía adjunto un prospecto con infinidad de dobleces, al más puro estilo de cualquier medicamento que se pueda vender en farmacia.

Desdoblando el prospecto y empezando a leer, vimos que lejos de estar encabezado por el nombre de alguna empresa farmacéutica, estaba impresa la palabra de Ntro. Señor con las que empiezan estas líneas. Siguiéndole doce puntos que desarrollaban las indicaciones, contraindicaciones, precauciones, advertencias, dosis, modo de empleo, etc. de aquel crucifijo.

 Sorprendidos por el tratamiento de laboratorio que se le había dado a la Cruz de Cristo, y con premura porque teníamos que ir hacia el centro de la ciudad sin más dilación, doblamos el prospecto sin leer más de esta primera frase y lo volvimos a meter en aquella cajita. Por el contrario, cogimos aquel crucifijo y de un modo u otro siempre hicimos que viniese con nosotros. ¡Empezaba nuestra crucera JMJ!

                                                                                                                                      Continuará…

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