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miércoles, 1 de junio de 2011

Anécdotas lluviosas (I)

Abundando en el tema de la lluvia, ya que últimamente está de moda y como quiera que uno se está poniendo muy mayor para andar lamentando el infortunio de forma más o menos poética, dejo atrás sentimentales reflexiones y vuelvo más prosaico mi discurso para relataros algunas anécdotas que he ido refrescando en mi mente desde el día que colgó nuestro blogger michelna algunas fotos de este pasado Jueves Santo. Creo que conviene compartirlas porque, a fin de cuentas, no dejan de ser sino pequeños eslabones de la inacabable cadena que conforma la intrahistoria de nuestra querida Hermandad. Así pues, y sin remontarnos muy atrás en el tiempo, vamos a comenzar este lluvioso repaso de los últimos treinta y tantos años porque seguro que muchos no sabíais que:


- En 1980 una copiosa tromba de agua sorprendió al desfile procesional del Jueves Santo entre la calle Ancha y el Llano de Jesús. Calmada la furia de los cielos, y ya con toda la procesión bien empapada, se decidió proseguir. Un lamentable incidente entre la escuadra de romanos que escoltaban a la Vera Cruz y el conductor de un vehículo a la altura de la esquina de la Torrecilla con la calle Alta, provocó una considerable trifulca en la que no hubo que lamentar más desgracias personales que un arañazo cercano a la nariz en uno de los aguerridos soldados, y un hachón roto y una patilla doblada de un casco en el apartado de daños materiales. Decir que ambas víctimas colaterales fueron posteriormente reparadas y siguen prestando servicio hasta nuestros días. El rasguño creo que fue curado con una tirita y un desinfectante-cicatrizante de uso común, no requiriendo hospitalización. Lo que no pudo evitar el equipo jurídico habitual de aquella época fue el arresto domiciliario al que, durante un tiempo, tuvieron que someterse algunos de nuestros heroicos romanos. Digo yo que menos mal que era Jueves Santo, día del Amor fraterno, que si no hubieran temblado los cimientos de la cristiandad.


- En 1981, el Miércoles Santo, con el nuevo paso del Santísimo Cristo de la Buena Muerte listo para ser estrenado, el ansia viva y los hombros preparados, a la hora de salir comenzó a llover como no lo había hecho en meses ( aquel año hubo una pertinaz sequía durante todo el otoño y el invierno). Una reunión de la Junta de Gobierno (todavía no se llamaba Cabildo de Aguas) decidió esperar un poco a ver si escampaba. Una segunda reunión suspendió definitivamente el desfile. Nada hubiera tenido de particular el hecho si no fuera por la irreductible insistencia del Hermano Mayor en pos de hacer la Estación de Penitencia a pesar de la intensa lluvia, que según su particular criterio eran cuatro gotas. El párroco de aquella época, muy al contrario, abogaba, contra viento y marea -nunca mejor dicho-, por resguardar la Bendita Imagen, que como sabéis es propiedad de la Iglesia, y que, según los rumores que circularon por aquellos años, algún experto había afirmado como obra de algún famoso imaginero. Menos mal que el, aparentemente, irreconciliable desencuentro duró menos que la lluvia. Aún caía abundantemente cuando nos consolábamos en el Cuartelillo de la calle Caridad mientras el Hermano Mayor de aquel año seguía insistiendo en que teníamos que haber salido. Sí señor, como los gitanos. Sin plástico y a pelo.


Ahí quedo. El próximo día más. 1985, 1998, 2004… Saludos lluviosos.

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